Aquella mañana, al despertar, conseguí recordarlo. Ya debéis saberlo, si lo sueñas y lo mantienes
presente en tu memoria, si alguna vez, al resurgir del largo hiato de la noche, tienes la sensación de que el verdadero sueño es la vida y lo soñado lo real, entonces ya no volverás a percibir como amenaza el prolongado peso de la necesidad y la certidumbre.
En mi caso, lo anoté de una forma precisa: desde fuera la casa parecía más grande y aislada. Estaba plantada en mitad de un campo yermo cuya vista se perdía en el horizonte. No había montañas ni mares para envolver el paisaje, sólo un cielo incendiado en tonos rojizos y púrpura que amenazaba con desplomarse. El suelo estaba cubierto de una extraña hojarasca frágil y traslúcida. Sentí como crujía a cada pisada mientras caminaba decidido hacia la puerta.
Ahora estaba ya por fin y siempre dentro. Nadie me esperaba en el interior silencioso y desolado.
Las paredes estaban tapizadas de relojes que no funcionaban. No había dos iguales ni en tamaño ni en forma y cada uno marcaba una hora distinta. Aparte de eso, no había muebles ni artilugio alguno pero de un lugar impreciso surgía una melodía ambigua y descarnada que incitaba al delirio.
Subí escaleras de peldaños movedizos que retornaban al punto de partida. Crucé puertas que daban a pasillos que daban a otras puertas siempre idénticas entre sí. Atravesé decenas de salas, pero en ninguna me esperaba algo distinto a aquella soledad de relojes estancados en el tiempo.
Comprendí entonces que el mío era un empeño estéril, por lo que decidí esperar a que fuera la propia realidad la que girando en torno a mí me ofreciera una respuesta. Sentí el quejido de goznes y el desplome de paredes a mi alrededor. Entonces apareció la biblioteca ante mí, extendiéndose en todas direcciones. Hasta donde la vista podía alcanzar parecía infinita y entre sus anaqueles probablemente guardaba un saber también infinito. Elegí un pasillo al azar, una estantería cualquiera, un libro entre cientos y lo abrí sin más criterio que el de la necesidad. Leí entonces, como quien entona un salmo, las primeras líneas: desde fuera la casa parecía más grande y aislada…
(incluido en el libro de relatos Breve inventario de magia)
(included in book of short stories Breve inventario de magia, soon you can get english version)